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En un nuevo informe especial, la CEPAL recalca que es imprescindible avanzar en la implementación de políticas que contribuyan a una recuperación sostenible con igualdad de género en América Latina y el Caribe.

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La crisis del COVID-19 impactó negativamente en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe, generando un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral, de acuerdo con el Informe Especial COVID-19 N⁰9: La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad dado a conocer hoy por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Según el documento, la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente). Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019.

En 2020, explica el estudio, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo.

Naciones Unidas estima que alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encontrarían en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019.

Según el documento de la CEPAL, un 56,9% de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos por causa de la pandemia.

De acuerdo con el estudio, el cierre de fronteras, las restricciones a la movilidad, la caída del comercio internacional y la paralización de la actividad productiva interna han impactado en las trabajadoras y empresarias vinculadas a los sectores del comercio, turismo y manufactura. Por ejemplo, el sector del turismo, altamente feminizado, en el que un 61,5% de los puestos de trabajo están ocupados por mujeres, sufrió una contracción importante, que afectó principalmente a los países del Caribe, donde una de cada 10 mujeres ocupadas se concentra en este sector.

Durante la presentación del informe, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL destacó la urgencia de reforzar las políticas de empleo y asegurar a las mujeres participación en los sectores dinamizadores de la economía en condiciones de trabajo decente. Asimismo, enfatizó la importancia de combinar medidas en apoyo al empleo y la reactivación con medidas de atención inmediata a la pérdida de ingresos.

En este contexto, “urge promover procesos de transformación digital incluyentes que garanticen el acceso de las mujeres a las tecnologías, potencien sus habilidades y reviertan las barreras socioeconómicas que estas enfrentan, de manera de fortalecer su autonomía económica”, subrayó Alicia Bárcena, a la vez que resaltó el reducido esfuerzo fiscal que conlleva la propuesta de canasta básica digital de la CEPAL (1% del PIB regional) y el enorme impacto que tendría al conectar a una de cada cuatro mujeres en América Latina y el Caribe.

“Además de transversalizar la perspectiva de género en todas las políticas de recuperación, se requieren acciones afirmativas en el ámbito de las políticas fiscales, laborales, productivas, económicas y sociales, que protejan los derechos de las mujeres alcanzados en la última década, que eviten retrocesos y que enfrenten las desigualdades de género en el corto, mediano y largo plazo”, concluyó Bárcena.

El Banco Mundial, ha realizado un estudio desde el año 1990 al 2019, con los datos de la inserción laboral femenina y masculina por país, que puedes conocer aquí.
  
 

El caso de Chile

En 2010, en Chile, los hombres alcanzaban una participación laboral promedio del 74,2%, mientras que las mujeres llegaban al 46,8%, según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE, 2021).

Durante la última década, las mujeres aumentaron progresivamente su participación en el trabajo remunerado.

Entre noviembre de 2019 y diciembre de 2020, la participación laboral femenina alcanzó su valor máximo, del 53,3%. Pero este incremento se vio afectado por la crisis sanitaria y económica producida por el covid-19, de tal manera que para el trimestre abril-junio de 2020 la participación de las mujeres se redujo al 41,2%, mientras que los hombres llegaron al 62,7%. Si bien entre noviembre y diciembre de 2020, avanzada la pandemia, la participación femenina aumentó al 45,3%, queda claro que hubo un retroceso comparado con el escenario previo a la crisis sanitaria.

  Casi la tercera parte de las mujeres mencionaron como razón principal para no participar en el mercado laboral la situación familiar permanente, es decir, la necesidad del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados (INE, 2021). Muchos hogares son encabezados por mujeres, por lo que rápidamente se agotan los ahorros y crece el endeudamiento de estas familias, según concluye el Banco Central de Chile (2021).
 
Pero más allá de la pandemia, uno de los grandes retos en la desigual participación laboral entre hombres y mujeres es la conciliación de la vida laboral y familiar. Por lo tanto, las políticas de reactivación laboral, con foco en las mujeres, deben ir de la mano de la institucionalización de un sistema de cuidados que permita poner término a las brechas que provienen de cuestiones estructurales. Las labores de cuidado han sido históricamente una responsabilidad exclusiva de las mujeres, lo que se traduce en jornadas laborales extremas en el caso de las mujeres que además tienen trabajos remunerados.

Un informe realizado por el Observatorio Laboral de la Araucanía (2021), por ejemplo, indica que la participación laboral femenina previa a la pandemia llegaba a un 48% y que, debido a la situación sanitaria, en los últimos trimestres de 2020 se redujo al 36%. Además, desde que comenzó la crisis, en la región se han perdido 42 mil puestos de trabajo para las mujeres y solo se han recuperado 19 mil.

 
 

El caso de Argentina

En conmemoración del 110° Día Internacional de la Mujer, el INDEC publicó un informe con distintos datos que marcan “las características estructurales de las brechas de género en nuestro país”.

“A pesar de alcanzar, en promedio, mayores niveles educativos que los varones, las mujeres siguen mostrando una menor participación en el mercado laboral y, cuando lo hacen, son más propensas a situaciones de subocupación horaria y desocupación”, destaca el estudio oficial, aunque remarca los “importantes avances” que hubo en la participación de las mujeres en el mercado laboral ya que “en octubre de 1996 la tasa de empleo de las mujeres era de 32,8%”, menor al 39,4% actual.

“Las mujeres se insertan principalmente en sectores vinculados al cuidado. Con una importante presencia de empleo informal e ingresos laborales más bajos, el servicio doméstico es la rama de ocupación con mayor índice de feminización en la Argentina”, afirma el estudio del INDEC.

Por otro lado, la industria manufacturera, el transporte de almacenamiento y comunicaciones, así como la construcción, son actividades con una menor tasa de femeneidad que la media, como se explicó en esta nota.

Las mujeres también acceden en menor medida que los varones a puestos de decisión y tienen ingresos inferiores. Según los datos oficiales, solo el 4% de las mujeres que trabajan ocupan cargos de dirección o jefatura, mientras que entre los varones el porcentaje es el doble.

Al ‘techo de cristal’ lo definimos como una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, una barrera que les impide ascender hacia los puestos jerárquicos más altos en todas las organizaciones laborales”, señaló Mabel Burin, doctora en Psicología especializada en estudios de género, en esta nota. Y agregó: “Está diseñado sobre barreras invisibles, no hay códigos, no hay leyes visibles que digan: ‘Las mujeres no pueden ascender más allá de determinados lugares en sus carreras’. Sin embargo, en la práctica las mujeres llegan menos a esos puestos”.

El informe oficial también destaca que, “entre las personas ocupadas, por cada $ 100 que gana en promedio un varón, una mujer gana $ 79”. Si se analiza por el estudio de las personas, las mujeres con mayores niveles educativos presentan la menor brecha de género en el ingreso medio.

Como explica un informe sobre el mercado laboral realizado por la Procuración General de la Nación, “muchas veces el salario menor de las mujeres se explica porque las mismas acceden a puestos precarios, trabajos de poca calificación y son mayoritarias en los empleos de jornadas reducidas”.

Finalmente, el estudio del INDEC también marca que “las mujeres siguen asumiendo la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado”, e indica que “este es el principal obstáculo a su participación laboral plena”.

En la Argentina las mujeres dedican, en promedio, el doble al trabajo doméstico no remunerado que los hombres, por lo que las mujeres tienen menos tiempo para su carrera profesional o el esparcimiento, como se explicó en este artículo.
 
 
 

El caso de Uruguay

En el Uruguay pandémico, las mujeres también fueron las más afectadas por el desempleo y la pobreza. Así lo revela el informe Análisis del impacto de la pandemia en el mercado laboral, la desigualdad y la pobreza según género, elaborado por la economista Soledad Salvador en base a datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2020 y publicado por ONU Mujeres. El estudio revela que, desde que empezó la emergencia sanitaria, la tasa de empleo registró una caída superior en las mujeres que en los varones y ha tenido una recuperación más lenta, al tiempo que la tasa de desempleo aumentó más y mantuvo un incremento sostenido.
 
 

Dentro del universo de mujeres, el desempleo afectó en mayor medida a aquellas que pertenecen a los estratos más bajos de ingresos. Esto se debe en gran medida al impacto de la carga de las tareas de cuidados –que aumentó debido a la suspensión de las clases presenciales– a la hora de insertarse en el mercado de trabajo. Según el informe, las mujeres de los estratos más altos “resuelven su inserción laboral a través del teletrabajo” y, además, cuentan con recursos para contratar servicios de cuidados durante la jornada laboral.

Otra de las conclusiones es que los hogares con jefatura femenina son “significativamente más pobres” que el resto. Dado que la mitad de los hogares con jefatura femenina son monoparentales o biparentales, dice ONU Mujeres, el aumento de la pobreza femenina conlleva al aumento de la pobreza infantil, otro problema que deberá ser atendido desde la política pública.

El estudio recuerda que, antes de la pandemia, los estudios ya mostraban que las principales restricciones que presentan las mujeres para insertarse en el mercado laboral era “la presencia de hijos menores en el hogar”.

Para medir el impacto diferenciado de la covid-19 en el mercado laboral por género, el informe analiza la evolución de tres indicadores básicos de marzo de 2020 a marzo de 2021: tasa de actividad, tasa de empleo y tasa de desempleo. Se trata de los únicos que se disponen desagregados por sexo.
 
La tasa de actividad muestra que, luego de una reducción inicial que fue mayor en las mujeres que en los hombres, “se recuperó más rápidamente” en el caso de los hombres. En tanto, “la tasa de actividad de las mujeres se recupera más lentamente, pero llega a los niveles anteriores a la pandemia (si fueran comparables)”. De todas formas, aclara el documento, en marzo de este año volvió a reducirse porque “se volvió a la situación de abril de 2020, cuando se suspendió la presencialidad en la enseñanza y los servicios de cuidado infantil”.
 
La tasa de empleo también registró una caída superior en las mujeres “y ha tenido una recuperación muy lenta, a diferencia de la tasa de empleo masculina, que logra recuperarse más rápidamente y sostenerse”. Por su parte, la tasa de desempleo, que había logrado ubicarse por debajo de las dos cifras, “no sólo se despega para las mujeres, sino que ese incremento se sostiene y mantiene elevado desde junio de 2020” (ver gráfico 2). Mientras, la tasa de desempleo de los hombres se mantiene por debajo de los dos dígitos y en niveles estables. Incluso disminuyó: en marzo de 2020 se ubicaba en 9,8% y un año después era de 7,9%. El informe aclara que en marzo de este año se volvió a registrar una reducción en ambas tasas de desempleo, lo cual se explica “por el desaliento que genera buscar trabajo en momentos de recesión y va acompañado de la caída de la tasa de actividad”. Y remarca que la brecha de desempleo entre mujeres y hombres se amplió de 1,5% en el período marzo-mayo a 4,9% en junio-diciembre de 2020.
 
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística incorporó a la ECH desde marzo de 2020 un indicador de teletrabajo efectivo para relevar el porcentaje de ocupados que declara haber realizado esta modalidad de trabajo en la semana anterior. Según el análisis de ONU Mujeres, los indicadores muestran que la incidencia del teletrabajo es “significativamente superior entre las mujeres y durante los meses con medidas de distanciamiento social y suspensión de clases presenciales”.
 
 

Más desigualdades

Los impactos diferenciados según género en el mercado laboral “refuerzan” las desigualdades, asegura el estudio, y no sólo entre mujeres y varones sino también dentro del segmento de las propias mujeres, porque “la diferente carga de trabajo no remunerado que enfrentan según estratos socioeconómicos las coloca en situación de desventaja”.

En ese sentido, señala que “las que poseen mayor nivel educativo logran tener una inserción laboral similar a la masculina, mientras que aquellas con nivel educativo bajo o medio no se insertan o tienen una inserción laboral informal y/o intermitente”.

De hecho, si se analiza el aumento del desempleo según los ingresos per cápita del hogar, se observa que las más afectadas durante el primer año de pandemia fueron efectivamente las mujeres de los tres primeros quintiles de ingresos. Entre los hombres no se identifican variaciones significativas entre el primer y el cuarto trimestre de 2020. Esto vuelve a dejar en evidencia el histórico reparto desigual de las tareas de cuidados entre mujeres y hombres, una brecha que creció en el contexto de pandemia. Otro elemento que aparece es que el incremento del desempleo femenino fue significativamente mayor en el interior del país, especialmente en las localidades pequeñas.

Por otro lado, el teletrabajo es una alternativa que utilizan en mayor medida las mujeres. Sin embargo, los datos muestran que es una alternativa más favorable para las mujeres de los estratos de ingresos más altos y para aquellas que residen principalmente en Montevideo.

Por lo tanto, “durante la pandemia las mujeres de los estratos más altos resuelven su inserción laboral a través del teletrabajo, mientras las de estratos más bajos con mayor inserción en sectores vulnerables a la crisis que generó la covid-19 han sido las principales víctimas del desempleo”, asegura el análisis. “Ello profundiza las desigualdades sociales y territoriales que resultan de la segregación ocupacional, la segmentación del mercado laboral y la división sexual del trabajo que impone una carga de trabajo no remunerado desproporcionadamente mayor en las mujeres de los estratos medios y bajos”.

Del análisis se desprende además que los impactos diferenciados según género en el mercado laboral profundizan la pobreza en mujeres, niñas y niños. El estudio de los datos revela que la pobreza e indigencia es superior entre las mujeres, pero se profundiza cuando se considera la jefatura del hogar. En ese sentido, “los hogares con jefatura femenina son significativamente más pobres”. En 2020, la pobreza era 11,9% en las mujeres y 11,3% en los hombres. Sin embargo, si se mira según jefatura del hogar, la pobreza entre las jefas mujeres era 10% y entre los jefes varones 6,3%.

El aumento de la pobreza femenina en el interior del país durante 2020 está asociado al aumento del desempleo. “Dado que ambos fenómenos afectan particularmente a las jefas de hogar, conlleva un aumento de la pobreza infantil, porque la mitad de los hogares con jefatura femenina son monoparentales o biparentales”, asegura el estudio.

 

El caso de México

La inserción laboral de las mujeres también representa un desafío en México. Tan solo a finales de 2021, las mujeres sin empleo pasaron de 791,000 a 894,000 mientras que los hombres tuvieron mejoría, pasando de 1.3 millones desempleados a 1.2 millones, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Y aunque los niveles de ocupación ya se encuentran por arriba de lo reportado antes de la pandemia, la tasa de participación laboral general se ubica en 59.7%, todavía por debajo del nivel reportado para finales de 2019, de 60.5 por ciento.

En el caso de los hombres, la participación en el mercado laboral cerró el año pasado en 76.4%, 0.8 puntos por debajo del comparativo previo a la emergencia sanitaria por la covid-19; la tasa de participación para las mujeres se reportó en un nivel de 44.7%, 0.7 puntos menos.
 
 
 
“En México, la tasa de participación de las mujeres es menor a la del promedio mundial (49%, OIT) y es incluso una de las más bajas en Latinoamérica, únicamente detrás de Guyana, Guatemala y Suriname. La ENOE al cuarto trimestre de 2021 muestra una brecha de más de 30 puntos porcentuales en este indicador”, destacó la organización México ¿Cómo Vamos? en un comunicado.
 
El impacto económico de la pandemia sigue afectando más a las mujeres. En el cuarto trimestre del 2021 hubo una tasa de desocupación general de 3.7%, 0.3 puntos por arriba de lo observado al cierre del 2019. Esto se traduce en que hay 217,985 personas más desempleadas que hace dos años, 55% de dicho grupo son mujeres.

De esta manera, la tasa de desocupación femenina cerró el año en 3.8%, 0.4 puntos por arriba del comparativo con los datos previos a la emergencia sanitaria; la masculina fue de 3.6%, 0.2 punto superior.

En tanto, los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que en general el 2021 cerró con un poco más de 1.2 millones de personas en una ocupación por encima de lo reportado antes de la pandemia. De cada 10 de empleos adicionales, siete han sido para hombres y tres para mujeres. Además, el 55% de las plazas se centraron en la formalidad y 45% en la informalidad.
 
Al mirar la condición de los empleos por género, también el comportamiento ha sido diferente. Mientras la mayoría de la ocupación adicional masculina ha sido en la informalidad, la femenina se ha concentrado en el mercado laboral formal.
 
“Se calcula que las repercusiones desproporcionadas de la pandemia sobre el empleo femenino se reducirán en todo el mundo en los próximos años, pero se prevé que siga existiendo una brecha considerable. La disparidad es más acusada en los países de ingresos medianos altos, donde se prevé que la tasa de empleo de las mujeres en 2022 sea 1.8 puntos porcentuales inferior a la de 2019, frente a una diferencia de solo 1.6 puntos porcentuales en el caso de los hombres, a pesar de que, para empezar, las mujeres tienen una tasa de empleo de 16 puntos porcentuales por debajo de la de los hombres”, alertó la OIT.
 
 
 

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